Por: Jorge Barraza                                                                                                                                                                  Periodista y columnista argentino – Especial para FÚTBOL TOTAL                                                                    Twitter: @JorgeBarrazaOK

– ¿Viste el video…? Tenías que darme el pase.
– Sí, lo lamento. Lo he visto.
– No basta solo con lamentarlo, tienes que darme los pases.

El insólito diálogo fue captado a la salida de camerinos por las cámaras de la televisión francesa antes de comenzar el segundo tiempo de un partido del Paris Saint Germain. El reclamante es Kylian Mbappé, el reprochado es Achraf Hakimi. Quiere que todos le pasen la bola y él patear desde cualquier posición, aunque esté mal colocado, tapado o que un compañero pueda resolver con más facilidad. Siendo breves: que el equipo juegue en torno a su figura.

Quien parecía un niño modelo del fútbol mundial no gana todavía su codiciado Balón de Oro, pero ya tiene otra simbólica estatuilla: el Premio Limón universal. El fornido goleador del PSG se está convirtiendo, a ritmo de Fórmula Uno, en el personaje más antipático de los rectángulos. Sólo hay que entrar en redes y pulsar la opinión del público: el fastidio con él es unánime. Y el mundillo de los futbolistas no tardará en enrostrárselo.

En agosto, en pleno partido ante el Montpellier, Mbappé tuvo una discusión con Neymar sobre quién debía ejecutar un penal. No se lo habían cometido a él, pero fue designado primero en esa faceta, más que por sus dotes de ejecutor, por sus exigencias de divo. Tomó el balón y remató. El excelente arquero suizo Jonás Omlin voló y lo paró. Veinte minutos después, nuevo penal, éste provocado por Messi. Neymar, segundo en la escala de pateadores (Messi es el tercero y Sergio Ramos el cuarto), tomó la bola y la llevó al punto de los doce pasos. Mbappé, algo alejado de la jugada, se acercó con intención de ejecutar de nuevo él, pero Neymar lo ignoró. -“Pateo yo”, exigió Kylian, que buscaba reivindicarse de su fallo inicial; Neymar siguió sosteniendo la bola y luego la apoyó en el circulito blanco. Mbappé, entre molesto y desorientado, se fue resoplando con cara de “¿Qué está pasando…? ¿Cómo es esto…?”. Viendo que su petición no surtía efecto, se distanció, disparó el brasileño y abrió el marcador. Un cortocircuito delicado en el tablero del equipo.

Luego, cuando se iba el primer tiempo, el portugués Vitinha inició un contragolpe en mitad de cancha, haciendo diagonal hacia la derecha y buscó asociarse por ese lado con Messi y Hakimi, mientras Mbappé esperaba pase a la izquierda. Cuando éste advirtió que la acción se proyectaba al sector opuesto, se frenó, dio un manotazo al aire en protesta y se dio vuelta, renunciando a la jugada. O sea, si no se la van a dar a él, no participa, que se arreglen los demás. Una postura inadmisible, porque era un avance normal y Vitinha ya estaba perfilado para la derecha, no ignoró al francés, simplemente eligió el otro sector pensando que podía ser una buena progresión para la maniobra. Messi le ha puesto cantidad de balones para definir, rara vez él le devuelve la gentileza. Igual, con Messi no hay problemas, es más bueno que Lassie.

Salvo cuando anota, se ríe poco Mbappé, tiene un rictus en el rostro, como de insatisfecho. Es respetado y hasta admirado como lo que es, un cinturón negro del área, un sicario por potencia y velocidad descomunales, también por actitud y ambición. Se sabe que es un número uno, sin embargo, no es querido. Le falta ángel, encanto, será un fenómeno, nunca un superhéroe. No le harán cánticos ni se ocuparán de él los poetas. Su juego no es romántico, él vende una mercadería práctica: gol, destrucción masiva en las últimas líneas enemigas.

Es como el madridismo, hay que tener cuidado de no enfadarlo. Desde Al Thani, el emir de Catar, hasta el técnico Galtier, deben andar con pisadas de buzo. Y en el medio, todos, el presidente Al-Khelaïfi, el director deportivo Luis Campos, los compañeros. El presidente de la Federación Francesa de Fútbol, Noël Le Graët, sabe lo que pica el látigo de Mbappé. Recientemente tuvo un severo enfrentamiento con Kiki -así lo apodan- por los derechos de imagen de los jugadores de la selección. La FFF quería utilizar imágenes de los futbolistas en contratos que firmó por su cuenta con patrocinadores, y Mbappé se negó (creemos que en esto tiene toda la razón). Le Graët tironeó hasta donde pudo, finalmente debió ceder porque corría el riesgo de una rebelión por parte del delantero, que arrastraría a todo el plantel. Y estamos en vísperas de un Mundial. En la pugna se involucró el Gobierno francés, tomando partido abiertamente por el jugador. Vale recordar que el presidente de la Nación, Emmanuel Macron, le pidió personalmente al crack que renovara con el PSG y que se quedara en Francia porque es un activo del país. Del Ministerio del Interior le dijeron sin ambages a Graët: “Arreglá”.

El 23 de septiembre, tras la victoria de Francia sobre Austria 2 a 0, el joven nacido en Bondy, en la periferia parisina, mandó un mensaje al entrenador de su club, Galtier: “Aquí juego de forma distinta con Francia. Me piden que haga cosas diferentes que en el PSG. Tengo mucha más libertad. El entrenador sabe que tenemos a Giroud como 9, que fija las defensas y yo puedo ir al espacio. En París es diferente, eso no existe. Me piden que haga de pivot y es otra cosa”, subrayó el atacante. Es que el PSG no tiene un 9 de referencia que contenga a los dos zagueros en el área y lo libere a él. En el entorno del PSG comentan que había exigido que incorporaran un atacante con esas características para facilitar su tarea, pero pese a algunos tibios intentos, no llegó nadie. Y eso molestó a Kylian.

También se cuenta que, antes de firmar su renovación, le habían garantizado que le darían salida a Neymar, con quien no se pueden ver, lo que ‘Ney’ no disimula. Pero Neymar tenía dos años más de contrato y declaró, desafiante: “Estoy feliz acá y no tengo ninguna intención de irme”. Para peor, se le activó una cláusula automática de prorrogación del vínculo por otras dos temporadas, hasta junio de 2027.

“Mbappé explota: ¡¡¡se quiere ir del PSG en enero!!!”, tituló Marca. El diario deportivo español dice que la relación jugador-club está completamente rota porque no le han cumplido las varias exigencias que planteó para quedarse en París, como ser dueño del vestuario, que sacaran a Neymar, trajeran un 9 y otras. Y que quiere
irse en enero. Pero esta podría ser una jugada genial del club. ¿La razón…? El PSG perdía automáticamente a Mbappé el 30 de junio, al vencer su contrato. Con la renovación por tres años, volvió a tener el control de su ficha. Y como en Francia no existe la cláusula de rescisión (está prohibida), el club puede ahora negociarlo y pedir entre 400 y 500 millones de dólares por él. Si Kylian se torna insoportable con sus caprichos y demandas, podría dejarlo partir, pero a cambio de una fortuna.

No obstante, cuidado, casi todas las informaciones negativas sobre Mbappé y sobre el PSG son emanadas en España. Haber tenido la osadía de retenerlo y no entregárselo al Madrid -el gran Calígula del fútbol mundial, con derecho a desflorar cada nueva estrella emergente- le va a costar montañas de desprestigio al PSG. Todo el día, todos los días, por años, deberá aguantarse la guerrilla de la prensa madridista, esa industria sin feriados.

A los 23 años, ni Maradona ni Cristiano Ronaldo habían adoptado aún actitudes tan arrogantes como las de Kylian. La familia Mbappé había desplegado medios importantes en la comunicación para perfeccionar la imagen del fenómeno. Su madre y representante, Fayza Lamari, procuró hacer de él un modelo, un deportista adorado, pero hasta ahora el vástago ha demostrado comportamientos narcisistas, egoístas y altivos en exceso. Tras la novela de la renovación, cuando dio la espalda al Real Madrid, pareció que los dirigentes, con tal de que firmara, le permitieron pensar que es más importante Mbappé que el mismísimo Paris Saint Germain.

 

Por Futbol